Reconocida por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, la dieta mediterránea sigue demostrando ser uno de los patrones alimentarios más beneficiosos para la salud. Estudios recientes confirman su eficacia para prevenir enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y ciertos tipos de cáncer, además de contribuir a una mayor longevidad y calidad de vida.
Este modelo alimentario, típico de países como España, Italia y Grecia, se basa en el consumo abundante de frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y aceite de oliva virgen extra como principal fuente de grasa. El pescado, especialmente el azul rico en omega-3, ocupa un lugar destacado, mientras que las carnes rojas se consumen con moderación. Los lácteos, preferiblemente en forma de yogur y queso, completan este patrón que incluye el vino tinto con mesura durante las comidas.
Lo que diferencia a la dieta mediterránea de otras es su enfoque integral. No se trata solo de qué comer, sino de cómo hacerlo: disfrutando de la comida en compañía, dedicando tiempo a las comidas principales y combinando la alimentación con actividad física regular.